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Desahogaré: Dadalú – El mapa de los días (2020) – Crítica Musical

Por: VICENTE COLLAO

¿Qué es lo visceral? Lo sé. Suena a un concepto primal; brutal en un sentido fragoroso, agresivo desde un yo contra el resto. Bajo esta condición aparentemente masculinizada, existe una dimensión más sitiada en la tierra. Una exclamación con voz común, sin la necesidad de usar berridos inhumanos, chirriar con instrumentos mareantes o ensordecer con ruido blanco. Es la llamarada de un corazón acomplejado que sólo se desborda en la espontaneidad.

La música de Dadalú grita, pero no me refiero al acto de gritar, sino que chorrea autenticidad. Esa es la posición con la que se ha acercado al arte sónico y lo que ayuda a conservar ese elemento franco de su imperfecta performance. Lo dijo alguna vez: “[es un] desahogaré de este momento en una canción”. Existe una dicotomía lo-fi/hi-fi que abrazó a medias en “Período” y el excelente EP “Tiempo negro”, abrazando sus dolores como mujer y persona en ápices que me alargarían este ensayo a tres lunas llenas. El cortito “Lanalhue” se escabulle en una sobreexposición de la atmósfera más personal de Tiempo negro.

El mapa de los días” es el destilado y empaquetado de ideas fugaces y encarnadas en su “songtober” y otras oportunidades en las que Daniela simplemente dejó al alma y dedos hacer la pega. Maquetas de sus demos como Monopolio están presentes en este lanzamiento, con una mezcla de Martín Pérez Roa más que sangrante. He aquí una confusa gallardía: ¿Por qué hablamos de profundamente gutural, si los cantos instrumentales de los que se sirve tal personita están tan prístinos y coloreables?

Seré el primero en reconocer que su postura transgresora e impetuosa, extraída de los sencillos nacidos de este elepé, se me hizo mucha cháchara pero medularmente alfeñique. Sus ritmos infradesarrollados de trap medio synthwave ala Yung Lean presentes en Todo es plata o Tú crees que es normal? me dieron tremendo combo en el hocico. No, reaccionarios de mierda, no fue el escudo rosa grisáceo y venoso de cólera feminista lo que me pegó. Fue la voz de Dadalú y las bases simplonas que peleaban tal agua y aceite; como si se tratase de mi propio némesis, Black Dresses.

Y luego me senté a escuchar el álbum. Y sentí el vuelco, las verdaderas intenciones de Daniela.

Sería muy fácil para ella como artista exacerbar que creó diez canciones de una tómbola de otros casi cuarenta snippets hechos en una tarde. Pero no. Tiene intenciones más humildes, disfrazadas de exhuberancia: una radiografía de lo que realmente significa tocar a través de un medio tan manipulable como el digital, y convertirle en una prótesis sensorial. A que no adivinan los culpables. Claro que sí, el encierro de una pandemia lacerante, las complicaciones sociales en medio del estallido y un sentimiento de opresión y desentendido. La lírica no es nada profunda la mayoría de las veces (es casi una conversación entrecortada) pero, si lo fuera, se perdería el punto real de “El mapa de los días”. Es como un calendario, ¡Si todo parece tan obvio!

En el campo es una continuación directa de “Lanalhue”, con una base rítmica bellísima y primaveral, probablemente una de las más preciosas de todo el año, guardando un odio al panóptico virtual embalado en lavanda y aves del paraíso. Por qué hay que ser sexy? es una contradicción con muslos de café con piernas; una habanera de cabaret con metralleta en mano, apuntando contra el mainstream y el escaparate sexual capitalista, como Todo es plata y Monopolio. Esos dos son temas que tanto aprecio en su teatralidad irónica, como también me chocan por su desganado alarido y francamente caricaturesco sonido. Los dolores de género (y sí, a mí también me confunde decirlo así) permean los disparos urbanos de Tú crees que es normal? o Me desangro.

Pero existe mucha incertidumbre y meditación en las propuestas hechas canción. No todo es un rugido desacuartelado. Tengo una lupa se ahoga en un vaso de agua; uno en el que más de uno ha tragado agua. El querer conocer por qué nos sentimos así; a la vez comenta el buscar explayar melodrama y sentimientos negativos para crear arte, como si el sufrir lo hiciera más interesante por defecto. Como vehículo, un desconfiado vaivén de punteos y una batería electrónica. Ya no sé discute las consecuencias en nuestra percepción del mundo al estar en nuestras casas búnker, mientras afuera se expande un virus. El pensamiento indeciso de “saber pero no saber”. Las luces altas juega con las cuerdas del corazón en un synthpop dulcinea, relatando la pérdida del control al estar en una posición de fama. ¿O acaso es la migraña pre-menstruación?

En Aquí tiene una elegante intervención de Zita Zoe (tremenda rapera de la que muchos estarán enterados), que parafrasea desde la vivencia la desconfianza, la falta de amigos, la inexistencia de un ojo que nos impulse como un compañero. Esto, en un mundo que tranza todo como un capital. Parecen palos a la industria artística en general. Mientras me embriagaba en los intercambios verbales, que marchaban sobre el titilante lead, me surgió la necesidad de responderme. ¿Por qué siento que este álbum es visceral? Los valores de producción son primorosos y develan sus esqueléticos arreglos, la voz es sorprendentemente tibia (incluso en su universo parodia trap y luego de masticarlas por horas) y a momentos sufre bastante por esa despreocupación intencional.

Pues es la misma interpretación de Dadalú la que pone el listón del regalo, la que da una sensación real a estos elementos ordenados por computadora y medianamente reparados por software. No soy mujer, ni jamás podré poner a prueba qué es exactamente sentir la gloria y sufrimiento del otro sexo. Y aun así, a través de este paupérrimo desplante de música moderna a medio arreglar, pude conectar. Daniela ha conseguido algo peculiar a través de canciones que se armó en una sentada y organizó en meses. Bajo una odiosidad face-value, son tonteras hechas a la rápida que cualquier pelagato hubiera hecho, más si todos hemos jugado a ser revolucionarios desde octubre. Cuando realmente se intenta digerir, te das cuenta que la simplicidad que tabulan estos efímeros minutos es más humana que el propio tocar en vivo.

Humanidad. Ese es el secreto de Dadalú.

8/10.

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