Por: VICENTE COLLAO
Ok. No voy a pintarles un retrato ostentoso ni chorrear de trucos mentales para hacerme el interesante. Este álbum me ha tomado por sorpresa, y de muchas maneras. En un principio, no tenía idea de cómo realmente abordarlo, ni de qué influencias apuntar. Sólo con una cucharada de otros lanzamientos puedo siquiera intentar englobar la acuarela de Una réplica de cosas grandiosas. Sí, escuché sus trabajos anteriores, del que destaco Bullet Chants. También hay que denotar el lanzamiento de Bisectrices, Siluetas en el agua (en el que participa el propio Joaquín Martínez). Sé más o menos a lo que va, pero no tener suelo es un tanto complejo cuando se quiere tener perspectiva. Lo otro que me ha resultado especial es que me entrega una cercanía impalpable y un poquito inexplicable, ya llegaremos a eso pronto.
La nueva producción de Post Millenial Dreams (o PMD) tiene la marca del Sello Medio Oriente y dura poco más de 40 minutos, pero hay que estar claros en qué nos zambullimos antes de darse el guantazo. Yo no lo estaba, y la primera vuelta me resultó poco más que molesta, aunque terminé con una sensación… rara. A pesar del suave castigo que me estaba dando, había una huella de incomodidad marcándose en el psique. Un pulso nervioso de impacto post-créditos que no había sentido con un álbum de música electrónica en mucho tiempo.
Son las maravillas que te abre el espectro más progresivo de los sintetizadores y secuenciadores. “Discípulos del nuevo orden” te engaña con lo que parece un beat acelerado de Yung Lean sólo cubre un breakbeat y un ataque de confusos rayos gamma. Cuando arranca el cortante haz de sonido, se te aprisiona en el melodioso aunque agravante vaivén de su secuencia. Con variedad de interludios y efectos sonoros pasa de una sección a otra, tomándose una pausa cordial para llegar al angelical “El jardín de”.
Con una progresión jamás estática, se incorporan arpegios envolventes y burbujeantes líneas. Como si fuera natural, el extravagante chopped-and-screwed de “Stereo / Histeria” se hace presente y aparecerán recuerdos del trabajo de Oneohtrix Point Never, específicamente en su disco Russian Mind. También viene a mi cabeza el fantasmal Les Chants Magétiques de Jean Michael Jarre. Es como una caja de música viviente a la que le inyectaron heroína. Falta mención de aditivos como el glitch o el ambient de “R.A.M. Fase”, que desenvuelve sus empaques en un espacio jungla tal fuera 猫 シ Corp y su vaporwave funky.
“Algoritmos” juega con nuestras expectativas, encarnando esas canciones de espías para de pronto volverse una abrasadora andanada de armonías chirriantes y robóticas. El goteante pero pronto envolvente “Exégesis“ parece ser un homenaje (quizá involuntario) a los suavizados torbellinos y anomalías espaciales de artistas como Klaus Schulze o Ashra, mezclado con técnicas de glitch, que expanden el alcance sensorial del sencillo. De repente, “Conformación societal” entra sin escrúpulo, atacándonos con sus maravillosas y rotas corrientes de pads, estremeciéndose y coagulándose cada vez más hasta el silencio momentáneo. Los quiebres, cambios y reajustes en las ideas son incesantes, aunque jamás perdiendo un sentido lógico. “Hombre del siglo 30” cierra con una atmósfera casi destilada del synthpop ochentero y oriental (que recuerda directamente al primer elepé de los propios Bisectrices).
Las influencias nombradas quedan incompletas cuando no se considera una conexión proveniente de otro espacio, tan relevante como las demás. “Conformación societal” posee fragmentos de bandas sonoras de videojuegos, Ikaruga o DoDonPachi DaiOuJou, que concuerda con la imaginería puesta en portada y las transiciones o acordes usados a lo largo del tiempo ocupado (ambos son shoot em’ ups de naves espaciales). Puedo nombrar como apoyo los soundtracks de Einhander o Gradius V. Esto me laza a mi segundo punto inicial.
¿Alguna vez jugaron Super Mario 64? Los niveles se desarrollaban en medio de una entrañable nada, que respondían a las limitaciones técnicas de la consola y la época. Tengo familiaridad con los niveles, con el juego en sí, pero ese vacío espacial hace que esa nostalgia tenga un tono nebuloso. No es el único juego que me provoca esto. El nivel Neon City en Twisted Metal 4, el mapa inicial de Syphon Filter, las ciudades plásticas de Midtown Madness. Otras cosas también. Las imágenes extrañamente familiares alojadas en Reddit, los pastizales artificialmente yermos, edificios que alguna vez tuvieron movimiento y ya no lo tienen. O el subgénero de vaporwave, el mallsoft. ¿O quizá lo relaciono un poco con el deep trance del 2000? No es un temor o terror, son los lugares que tu cerebro rellena y que, por alguna razón, confunde y acopla, o que asocia con el pasado. Ese es el sentimiento que me entregó la primera vez que toqué “Una réplica de cosas grandiosas” y que me empujó a escuchar más.
Con cada nuevo recorrido, se descubren nuevas texturas, nuevas ideas. Aunque no estén del todo desarrolladas. Y sí, claro que tiene problemas. Puedo mencionar que en momentos como “El jardín de” la mezcla de sintetizadores es un tanto plana, que en general es poco consistente por la cantidad de cambios repentinos, que los diálogos agregados no tienen mucho peso (por ejemplo, Niko Bellic discutiendo con Darko Brevic en en el juego Grand Theft Auto IV), que la guitarra estilo FL Slayer del último tema es amateur y demasiado sintética, o que parte de las canciones no tienen gran valor por sí solas. Todas estas críticas, si bien disminuyen un poco el puntaje de esta experiencia, le entregan una personalidad vibrante e impredecible. Para su servidor, es un álbum con una debida porción de originalidad y encanto, quizá con una pequeña pizca de añoranza. Aunque es perfectible, no tiene porqué ser perfecto.
Es un viaje de ida y vuelta, ahorrándonos la paja que pueda llegar a ser masticar géneros como el space ambient o space rock (con debido respeto). Con elementos superficiales y descubrimientos relativamente invisibles por el ataque inicial, es recomendable tocar varias veces estos dos tercios de hora. “Una réplica de cosas grandiosas” está hecho para ser consumido en su duración máxima, sin saltar minutos y percibiendo cada detalle que golpea los tímpanos. Nada más queda decir que el nombre le queda como anillo al dedo, aunque me pregunto si esto será el efecto secundario de un terremoto más grande. Por ahora, es el mejor producto de Post Millenial Dreams y uno de los mejores álbumes que he tenido el placer de escuchar este año.
9/10