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Críticas Pichintún

Pichintún #46: Rulo- Precipicio (EP) (2021) – Crítica Musical

Por: VALENTINA OROZCO

Cuando los autores experimentan varios estilos musicales dentro de su trayectoria, sin duda, no queda ningún corazón sin ser conquistado por la diversidad de melodías que estos brindan. Una fusión del folclore latinoamericano es algo que estremece tanto a los oriundos de la región, como a los externos a ella. No sólo por las letras cautivadoras, sino también por los instrumentos que se utilizan para gozar cada pieza musical. Quién diría que un bajista integrante de una banda de Funk chilena, se haya convertido en un solista de folclore urbano, increíble cómo se puede demostrar que la música no tiene límites creativos ni geográficos.

Un patrón de tres cuartos, escuchar boleros y vals peruanos siempre han sido inspiración de David Eidelstein, más conocido como Rulo, bajista de la banda nacional de funk «Los Tetas». A través de su recorrido musical, en 2016, dio su primer paso como solista, sacando su primer disco «Vendaval», y a principios de este año, lanzó su EP denominado «Precipicio» en el que se denota su crecimiento como creador, ya que este radica actualmente en Ciudad de México, rumbo a cumplir los dos años y medio. La primera canción, que lleva el nombre del EP tiene un video animado colorido, mostrando una secuencia del cantante tocando la guitarra en un río, expresando que es un precipicio el sentir el amor y cómo reacciona el corazón.

Rulo hizo click con Mon Laferte cuando se mudó de país, y es que la realidad y aspiración de muchos artistas emergentes es emigrar al exterior, algo que es lamentable, pero que así es, porque se traduce en que los costos nacionales para producir música son muy altos y también hay productores con mayor disposición afuera. Mon Laferte ha apoyado los lanzamientos de Eidelstein desde el primer minuto y se han vuelto cercanos gracias a este arte musical, hasta colaborar en una canción juntos, denominada «Dispara», en esta se aprecian las voces de ambos, limpias y entonadas en un bolero que te transporta automáticamente a un bar porteño acompañado de su buen vino tinto.

Algo que no me habría esperado de escuchar dentro de estas cinco piezas musicales, fueron los temas «La Madeja» y «Las cajas», canciones sensibles al oído y conectoras con nuestras raíces, es que expresan el amor, melancolía y tradición que llevándonos por minutos a imaginarnos escenarios culturales llenos de colores y matices de encanto. En la segunda canción, debo admitir que me despega de todo lo que me pudiese estar pasando, llevándome a esos valses peruanos que se gozan en el propio país incaico, fusionado con creatividad cosmopolita que estremece.

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