Por: VICENTE COLLAO
Las andanzas de Castro y su orquesta parda nos han sorprendido con lanzamientos que han contorneado, con suma precisión, los sentimientos que han estado concurriendo en las cabezas de muchos chilenos. Una colecta de sentimientos rotos y frustraciones vociferantes, como si necesitaran bozal, diluidas en el color del asfalto y tarros con aguarrás. Nos han llevado por escaleras de caracol, por fantasmales recuerdos de una ciudad que ya no está; de un Chile que, rezamos, no sea el mismo. III Puñales es una estrella que ha sabido brillar, pero no demasiado. Se pintarrajearon la cara con la sangre de quienes sufrieron, pero sin escribir sus nombres, sino las ideas que representan bajo el yugo. Todo bajo un cruce entre un Fabulosos Cadillacs esquizofrénico y un Lil’ Ugly Mane más enojado de lo habitual.
La cosa que no me esperaba es que el experimento III Puñales, efectivamente, se apuñalase a sí mismo y dejara borbotar líquido vital en el corazón de Hplxo. El nuevo trabajo se hace llamar S U R. Así de directo, y con espaciado extra. Si somos medianamente exactos, ya podemos llamar a Hiperlaxo una extensión de los Puñales. ¿O es acaso al revés? Pero esta no es una ocurrencia que aparece de la nada. En comparación a su primer esfuerzo, Muerte a los drones, la estructura íntegra de sus canciones ha perdido lianas de donde afirmarse, dejándonos con una experiencia más similar a La Debacle. Pero no se queden con esa idea. Sería una falta de respeto.
Este S U R se encuentra dividido en tres movimientos, distinguibles entre sí, y del que podemos obtener demasiadas cosas para un formato como este. Todo es una fina alegoría a la humareda de la chimenea, mientras la locomotora avanza a su destino incansable; el pasar del tiempo, inevitable y agresivo contra quienes quedaron en un recuerdo pasado. El viajar desde el norte al sur. Y en ese trayecto, se marchan las posibilidades de cambio, las marchas, la ira e impotencia de una turba que quería ganar. Tal como marchan los bronces incesantes y espaciosos, soplando notas turbias hasta el descanso. Querer mandar todo a la cresta, porque nos prometimos el cielo. La mezcla y profundidad de las texturas potencian estos crescendos de reflexión acongojada.
En otros momentos, percusiones de corte tribal y vientos pululan con un tono tipo Kids See Ghosts, pero sin intenciones frugales. Hay una tensión latente en cada uno de los segundos que toma este EP. Y, a pesar de tener la macroestructura de un lago lunar, se pierde y confunde entre sus propios trozos de canción. Lo único que se mantiene es el tranvía. Es un corte más experimental que Muerte a los drones, que evoca con pluma y uñeta las trompetas ahogadas en soledad de artistas como British Sea Power.
Si son seguidores del sonido que esta banda o III Puñales han estado construyendo, este les caerá como anillo al dedo. Están jugando con algo diferente pero familiar, aún sin disparar en la diana de la efervescencia. Lo que sí hace este corto es aumentar mis expectativas por todos estos músicos, que siguen forjando un sonido tan corrosivo como sedativo. Apruebo este pequeño tentempié con cariño, esperando que el frío del invierno no indique nuestro verdadero futuro. Un yermo azulado y lacrimoso, donde no nos quedó más que aceptar lo que se nos viene, porque nos ganó la normalidad.
7/10
