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Refrito electrónico: Como Asesinar a Felipes – MMXX (2020) – Crítica Musical

Por: VICENTE COLLAO

Como Asesinar a Felipes no es una banda que necesite presentación. Es la agrupación chilena insignia del jazz rap, o al menos la que más ha notoriedad inviste. Háblese sobre aquel pequeño malentendido con uno de los imbéciles del parlamento. El 2008 lanzaron su debut homónimo y, desde ahí, sus trabajos tocan el cielo del artista chileno no tan mainstream, saliendo al extranjero y haciéndose tanto nombre como para ganar el Disco del Año en los Premios Pulsar del año pasado.

El álbum que obtuvo tal etiqueta fue “Naturaleza Muerta”, cosa que me sorprende un poco. Sus lanzamientos “Comenzará de nuevo” y “Elipse” fueron mucho más importantes para el grupo. A pesar de mantener la consistencia que siempre les caracterizado respecto a su tecnicidad, performance y letras conscientes pero adornadas en papel celofán, el galardonado elepé es un derivado de la fórmula conseguida entre 2012 a 2017. Obtuvieron features de la talla de Chino Moreno, claro, pero no bastó para separar esos veinticinco cortos minutitos de sus obras anteriores con una nueva personalidad. Sí, la experimentación típica de sus filas estaba, pero un tanto más obvia si se les dibuja en una línea de tiempo.

Y puede que hayan estado al tanto de ello. Con este nuevo tiro poco ortodoxo, “MMXX”, Felipes apuesta una vez más por distorsionar su sonido emblemático y llevarlo a tierras desconocidas. De hecho, la temática terrenal y druida de “Naturaleza Muerta” ha sido chutada al abismo. Ahora es temporada electrónica, de sintetizadores exagerados y una extraña adicción a los colores cálidos. Algunos han acusado esquemas de Kraftwerk y electrónica de los 80s en general, pero yo sería un poco más contemporáneo. Sí, el synthpop medio mensch-maschine desfila en sus venas renovadas, pero bajo una pintura confrontacional y orwelliana bajo los tiempos que corren.

Eso no significa que hayan abandonado todo rastro humano. Claro que no. Los versos arrítmicos del Koala siguen atravesando como balas de una recortada atrofiada, a pesar de que se siente más aletargado, sutilmente oprimido. Los bronces siguen bailando y acongojándose sobre los ritmos. La introducción al disco es clásico CAF, bajo el slogan “Existen los de arriba, los de abajo y los que caen”. Arranca con un pequeño remember: Marcos Meza, quien aportó en su primerísimo álbum con sus pianos regios, ha regresado a esta pieza… por sólo un minuto. Una expectante reunión muy abrupta, que pudo ser un temón de aquellos. Nada más que un minutito. Me rehúso a creer o inventarme una explicación metanarrativa.

Estos cincuenta y ocho minutos tienen varios problemas.

No se alarmen. Hay mucho con lo que enriquecerse de “MMXX”. Hay que decir que, en sus momentos más álgidos, crea de manera muy efectiva un universo contenido de compresión estatal, vigilancia a todo momento y una rabia disfrazada de revolución latente. En torno a la estrella de los años, el estallido social, Felipes ha sabido erguir un imaginario cyberpunk que destila creatividad, pero también un mensaje claro. Estos son tiempos extraños y de reacción. El pueblo ha dormido demasiado tiempo y aquí vienen los mensajeros.

¿De dónde vendrá ese aire ciber-retro? Ahora es cuando es un sobrio dark synthpop o synthwave, tal fueran los momentos calmos y turbios de Vulta o Perturbator, con un corte rítmico siniestro y preocupante. Debes Saberlo es un sublime andar de violines que se escabullen entre rayos gamma, con una atmósfera sumamente opresiva y vibras inimaginables, futuristas. Una de las mejores canciones del año. Persiste/Cuestiona es un simple intercambio nu-jazz que función con creces, con quiebres más pesados y murallas de pomposidad electrónica. Todas estas canciones recrean una realidad hundida en crueldad transhumanista, con la excepción de que es el hoy. El hoy de Chile.

Y bueno… luego viene lo demás. Hemos Vuelto del Abismo posee un bajo triangular punzante mientras los vientos se gritan los unos a los otros. El despertar de los de abajo, encandilados por Koala y su chorreo entre líneas (y de esto nunca nada que decir, sus líricas son muy atrapantes). Se hace bastante corta y parece más una maqueta, ese es el problema.

No hay Como Frenarlo hace un cambio abrupto de tono, con un cruce de secuencias melódicas y patrones atonales que no pueden evitar volverse repetitivos rápidamente, además del uso muy desafortunado de un lead synth tipo guitarra demasiado reconocible. Se Repite no podría ser más literal con su título aunque quisiera: una reiteración de las ideas ya expuestas con anterioridad, que si bien tiene una razón metafórica, termina volviéndose cansina. Aún con la hermosa entrada del saxo por la segunda fase.

Es aquí donde comienza la porción del disco que francamente no entiendo. Al parecer la idea de invitar gente y hacer de las suyas con “Naturaleza Muerta” tuvo que haber sido una genialidad, porque de otra manera no me explico la necesidad de ingresar otros siete temas que remezclan las mismas ideas ya previstas, con diferencias marcadas o sutiles. La vara de Scientist, Shane Embury, Talking Book o Mad Professor es atrayente… ¿Y eso basta?

Hemos Vuelto del Abismo Dub parece ser la versión “terminada” de la original, extendida, expandida e inexplicablemente aún más esquelética. El segundo remix es un tanto imaginativo, con una base rítmica que parece haber sido exhumada de los años 2000 y el rap de Koala reverberado y penetrante. No, no es nada increíble. Dead Sky Buril (No Hay Como Frenarlo) es un reensamblar con más presencia de platillos y una guitarra celestial que permea esta versión con un aire New Age, una de las mejores reinvenciones.

No Hay Como Frenarlo – Remix es un mínimo retoque de ritmo y mezcla desechable, al igual que Se Repite In Dub. Punching the Abyss (Se Repite) es una creación más narrativa y envolvente, un giro de tuerca bienvenido y que hubiera funcionado como un excelente cierre. Pero no, cierra Debes Saber Los Huasos, una bizarra deconstrucción rock n’ roll y swing de Debes Saberlo que retoma la naturalidad instrumental característica.

Esos veintiocho minutos de disco chueco pero apreciable terminan siendo casi una hora de anáforas musicales, en su mayoría superfluas, que aún gozan del profesionalismo de la maestranza en mezcla e interpretación de la banda. El mensaje es contestatario (y tan rico en metamorfosis del habla, como siempre ha sido) pero se pierde entre esta apuesta por un empalagoso combo de contenido poco compacto y oportunista, como si se tuviera que rellenar para llegar a la cuota y tratar de sobrepasar el éxito del 2019.

Es una lástima, porque este batido de Tubeway Army, Lil Ugly Mane y Orchestral Maneuvers in the Dark tiene gran potencial, y las buenas canciones muestran la excelencia de este quinteto en reinventarse. Meter cosas por meter y alargar el tiempo total es una horrible idea, en especial cuando este conjunto nos tiene acostumbrados a ser precisos y concisos, y laceran la construcción de Chile distópico y tecnocráticamente conformista.

5/10.

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