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Está pasando aquí: José Destro – El Futuro (2020) – Crítica Musical

Por: JOAQUÍN TORRES

«Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé«. Así definía San Agustín al tiempo hace más de milquinientos años atrás. Curiosamente, ese misterio que es el tiempo aún nos acecha y no para de conmovernos, haciéndonos pensar incesantemente en él. A veces nos detenemos en el pasado. Y duele, y arde, y quiebra. Luego nos detenemos en el futuro. Nos ponemos ansiosos, nos pasamos películas, planificamos. El tiempo no nos da un segundo para respirar, pues al hacerlo, ese instante ya se habrá ido, siendo imposible de recuperar en su exactitud.

«El Futuro» se titula el primer longplay de José Destro. No es necesario dar una explicación más extensa: nos raya la cancha con el nombre. El porvenir aparece constantemente en esta producción, como cuando no puedes escapar de los rayos del sol en un atardecer primaveral. Te persigue hasta desaparecer físicamente, pero se clava en tu mente y no sale más. No me acuerdo dónde había escuchado de algo así como que si un atardecer no te conmovía, era porque había algo mal en tu corazón. Más claro que el agua.

Este disco estuvo más de dos años en grabación y producción. Y vaya que se nota. Las siete sortijas que completan casi veintiocho minutos suenan de lujo. El sonido es increíblemente pulcro, notándose con nitidez cada idea musical o lírica que se intente expresar, sin las trabas de un ruido molesto o sonidos poco entendibles. Si bien el sonido no se expresa con una brillantez absoluta, lo opaco de este contrasta totalmente con la enceguecedora portada del disco y aporta de manera exquisita. Rayos opacos, tan contradictorio como se lee, pero tan perfecto como suena.

El vendaval primaveral asesino que podríamos esperar está totalmente bajo control. Más que un ventarrón poderoso -del que igual podríamos disfrutar- se nos devela una brisa muy bien manejada. Apaciblemente, «El Futuro» avanza de forma pausada y calma, dando espacio para cada cuestión que necesite desenvolverse. No consume todo a su paso, pero tampoco es liviano. Sabe llevar su minimalismo tranquila y guiadamente. Sería raro que quien decidiese sumirse en esta gruta perdiese el compás o se viera sobrecargado, pues dejarse llevar es muy fácil y placentero. Lo único malo que podría pasar es que se aburriese.

Por más que la brisa sea encantadora, no todos están listos para ella. Y no lo digo con un dejo de soberbia o superioridad moral, más bien lo digo como un leve esfuerzo que se debe hacer para entrar en ella. Aquí, la monotonía puede hacerse sentir en ciertos instantes, y lo plano de cómo a veces se nos presentan las diversas sonoridades podría hacernos caer en el aburrimiento y sacar el disco sin siquiera llegar a la mitad. Tempos muy similares entre canciones y poca variación de instrumentos -aunque cuando se hace es con bastante inteligencia- son explícitas nubes que pudiesen hacer caer al auditor en la tentación.

Como buen cantautor que goza de sensibilidad, José Destro hace mover a este álbum a través del protagonismo de una guitarra acústica. El clásico instrumento -al parecer en esta ocasión con cuerdas de metal- comanda esta excursión mediante la ejecución tanto de rasgueos como de arpegios bien pensados. Lo electrónico no se queda atrás, incorporando en muchísimas instancias sintetizadores con colores mágicos que aportan bastante al disco, comúnmente como suave sostén de cada track y a veces tomando un papel más cercano al principal, creando atmósferas realmente envolventes.

Hipnotizantes momentos encontramos muchas veces en «El Futuro». José juega muy bien con la creación de esos instantes tan duraderos y penetrantes, en los cuales hasta su voz participa de forma magnífica. A su vez, y muy perspicazmente, otros recursos producidos por máquinas entran en acción. Sonidos clásicos de claves o baterías electrónicas se pasean por esta producción, alcanzando su éxtasis en el último tema. Al mismo tiempo, instrumentos no tan comunes en este tipo de producciones como el cuatro venezolano o los violines entran en el momento justo y aportan colores alucinantes.

La ambición que se leyó en el párrafo anterior también se hace tópico en esta placa debut. Ambición, concepto a veces despreciado, pero muy necesario en estas horas en que muchos músicos no se creen el cuento como deberían. Amparándose en conceptos que justifican su mediocridad, se despojan del cuidado por la música que es capaz de entregar la ambición por crear algo bueno. Así, como ilustración de esto, cada día vemos el nacimiento de muchísimos «sellos» donde cada cual tiene un nombre más feo y autodespectivo que el anterior. Falta que salga el «Sello valgomierda», «Sello hediondo», «Sello callampadeburro» o algo por el estilo. Contrariamente, José da una buenísima clase de cómo tratar sus creaciones.

Las letras no se quedan sin esa ambición a veces medianamente pretenciosa pero necesaria. El mensaje alentador de lo que se viene o a veces el caracterizar a un predictor optimista líricamente pero que el aura musical impregna de pesimismo es una bella mirada. Entran en juego también ideas que tienden desvalorizar el pasado, y otras que pretenden atar al futuro con el presente, manifestando que lo que se viene justamente depende de lo que está acá ahora.

Las luces del atardecer ya se sumergieron completamente en los árboles o los edificios, por lo que hoy ya no las veremos más hasta mañana, si es que no está nublado. Nublado, así se siente este disco, pero una anubada imaginaria nada más, mientras miramos la hipnotizante y atrapante puesta de sol. Pensamos, reflexionamos y sentimos. Aspectos muy importantes que debe lograr una puesta de sol y un disco. Sino, no vale la pena ninguna de la dos.

«El Futuro» es buenísimo, por más que el futuro sea incierto y a veces funcione como ansiógeno. Este futuro nos calma. Podrá ser engañoso, y muy probablemente lo sea, pues nunca se va a cumplir con exactitud lo que pensamos para él. Pero a veces es necesario dotarnos de un sentido y algo que nos haga soñar desde nuestro movido presente. «Todo lo que amas, todo lo que sueñas, todo está pasando aquí».

8/10.

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