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Sabor a retoque: Narval Orquesta – Mismas aventuras nuevas (2020) – Crítica Musical

Si en algún momento te dijeron que la música chilena es una mierda sin variedad, pues… no les culpo. El mainstream chileno es soporífero y derivativo, y el underground es tenue, calladito. Tal como cualquier otro underground. Así es, la respuesta a esa patraña es la misma que le diría un gringo a otro. “Busca más”.  

Andrés Quezada, quienes algunos ya tendrán en la retina por su trabajo en tortuganónima, tiene el lujo de saltar de un proyecto a otro y tener seguimiento. Sin embargo, no muchos conocen Narval Orquesta, el bizarro conjunto de nueve músicos que arman un collage sonoro y que ensambla Andrés. Soltaron en 2017 las “Aventuras de Otoños Tardíos, Pequeñas Iluminaciones y Laaa Lalala”, probablemente el título más largo hasta ahora. Una fatiga cerebral que refleja perfectamente esa caja de música demencial. Es un muy interesante experimento, pero era demasiado que tragar aún en sus míseros 30 minutos.  

“Mismas aventuras nuevas” es básicamente un refrito de “Aventuras…”. Una especie de reestructuración, compilando canciones pasadas y dándoles un nuevo aire. El problema inmediato es que jamás se puede dejar de pensar que estamos escuchando una reformulación de las ideas probadas, que siguen siendo las mismas ideas. Toca mencionar esta especie de propuesta cinemática dinámica contenida en los minutos que ocupa. Es como presenciar el tren ascético de colores a la Olivia Tremor Control, la influencia más obvia que encontrarán. Por otro lado, sus arreglos en pianoforte recuerdan a los segundos más ortodoxos y tradicionalistas de John Zorn, específicamente en “Naked City”.

Películas imaginarias suena inmediatamente mejor que su versión original, por ejemplo. En vez de usar esos chirriantes sintetizadores y tener una ecualización sombría, en el EP suena todo más prístino. Se ha optado por darle una presencia más palpable a los violines y un piano más brillante, que le da un toque “Americana”. Ahora es una canción mucho más reconfortante, y presiento que eran las intenciones: la misma portada de “Mismas aventuras” es sinónimo de confort, nostálgico pero difuso.

Es un halago que debo hacer al álbum en su totalidad, tener un sonido mucho más apacible a los oídos que un apagón lo-fidelity que, con perspectiva, funciona mejor para estas piezas. Hace que erráticas composiciones como Acróbatas resulten juguetonas e hilarantes. Orfeo ahora tiene una personalidad pop tradicional mucho más notoria, y su porción maniaca de jazz bolas libres es sensacional. Este nuevo universo es colorido, pero sí es cierto que está encantado con falsedad. El tañido es tan claro e inconfundible que suena irreal, como si no la tocaran personas reales, y no sé si eso es tan positivo.

“Mimi/Mañana/Tarde/Noche” es un remake indudablemente superior a la original. Es un compendio que junta Mimi con la composición de tres movimientos de “Aventuras…”. En esta reiteración, me he podido percatar y conectar con su emocionalidad con facilidad, en vez de tener que escarbar, atento a su paisaje. Conserva con rudeza los ataques de ruido y espasmos, pero cuando se desliza hacia el final, revela lo verdaderamente hermosa que es la melodía. Insisto, Narval Orquesta sigue insertando con toda soltura chicharros y errores. Las texturas glitch continúan presentes, pero con sensibilidad.

Lamentablemente, y a pesar de lo coherente que es cada parte con la otra, se acumula con fuerza el simple hecho que es una repetición de lo ya construido. Claro, se instala cómodamente y sin cansar al oyente tan fácil como lo hicieron las “Aventuras…” iniciales, pero tampoco es una vuelta de 180 grados. Son versos musicales ya afianzados, cosas ya vistas. Es un sabor molesto que no te puedes quitar de la boca. Como echarse una tableta de sacarina a la boca: es dulce, tan dulce que se amarga al contacto con la saliva.

Qué tanto disfrutes el fruto nuevo de Narval quedará pendiente de conocer esa realidad. Puede ser visto como una interpretación en vivo, un retoque vivencial que los músicos han querido aplicar a su propuesta, algo que es muy típico del jazz. Pero también es válido fastidiarse por esperar material nuevo y recibir un gargajo medio parecido a los otros. He quedado más que contento con el propósito nuevo que tienen estas canciones y hasta emocionado, pero no puedo olvidar que estoy, a fin de cuentas, paladeando un plato que sabe igual al que pedí hace un tiempo. Y para remate, me han bajado la ración. Si esta es la dirección que ha elegido Narval en el ensamblaje de su composición, estoy más que expectante. Por ahora, son unos bonitos veinte minutos.

7/10

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