Por: JOAQUÍN TORRES
Dentro del circuito musical más underground de nuestro país, podemos encontrarnos con una multiplicidad impresionante de sellos, lo que a su vez conlleva al encuentro con muchísimos artistas de los más variados estilos que te puedas imaginar, desde algunos poseedores de una gran producción hasta otros que optan por un sonido lo más casero posible. Sin embargo, al haber mencionado la existencia de dichos sellos, entendemos que cada artista perteneciente a uno tiene un respaldo más o menos suficiente para poder avanzar y ejecutar sus proyectos, pero cuando se es completamente independiente, como Pregúntale al polvo, la tarea es todavía más compleja.
Pregúntale al polvo es una banda formada en el año 2017, originaria del sector norte de la ciudad de Santiago, de esos barrios que contuvieron a los primeros habitantes desde hace ya cientos de años. Sin contar con un sello que lo respalde, su actividad ha sido manejada de forma totalmente independiente y han sabido ganarse su público de esa manera. Ya entre los dos años que siguieron al que vio nacer al grupo, se grabó en diversas casas Los errores voluntarios, el disco que se revisará en esta ocasión.
La producción inicia con un tema bastante lento y desligado de lo que será el sonido de gran parte del disco. “F.Y.P.A.”, el que es uno de los singles del LP y que tiene un sonido más trabajado que el resto de él, sirve como un pequeño atisbo de lo que serán tres tracks de este álbum. Sirve para hacer una división didáctica: tres séptimos de “Los errores voluntarios” podrán encasillarse en un estilo cercano al lo-fi, de tempo muy lento, sonoridad que a momentos se trastorna hipnotizante y preferencia por sonidos suaves, sintetizados y poco guitarreados.
Cruzando el umbral de la primera canción, Pregúntale al polvo revela otra faceta que adquirirá una mayor preponderancia al transcurrir este disco. “Árboles” es el prototipo de la mayoría de este viaje, contrario en su totalidad a lo presentado en los contrastantes tres temas lentos. En estos cuatro séptimos encontramos canciones con sonidos más sucios, cercano a lo que los gringos denominan garage rock, guitarras con acordes simples y punteos sencillos pero efectivos que suenan frente a baterías opacas y un tanto frenéticas.
Justamente a través de esta división podemos esclarecer no sólo un tipo de canción distinto, radicalmente opuesto entre sí, sino que de igual forma notamos el distinto trato en cuanto a la producción de los temas. Los que pertenecen al primer grupo poseen un sonido bastante limpio y más trabajado, quizá con el objetivo de lograr cierta atmósfera capaz de corromper tus sensaciones y hacerte entrar de lleno en ella. Si es así, vaya que logra su cometido. El otro polo mantiene la suciedad de la grabación casera y te hace mover la cabeza con esa cochinada clásica del sonido en vivo de este tipo de bandas. Igualmente, cumple con creces su misión. Y es que, aunque este disco haya sido concebido de forma tan artesanal, siendo grabado en varias casas, se hace evidente que cada elemento fue puesto en su lugar con un propósito y fue trabajado con precisión.
Un aderezo que es notable en demasía dentro de este álbum es el saxofón. Ejecutado por Hugo González López, este instrumento de viento cobra gran protagonismo en cada canción en la que se aparece. Con sutileza y precisión, aporta inmensamente en “F.Y.P.A.”, “Árboles” e “Y vamos”, entregando una textura que al momento de escuchar dichos temas se me hace imprescindible. Se presenta como un ejecutante de un riff que podría ser hecho simplemente por una guitarra en “Árboles”. En tanto, hipnóticamente actúa en el tema que abre y en el tema que cierra el disco, remarcándose increíblemente en el final de este álbum, formando una especie de dub que me recuerda mucho, salvando las diferencias, a lo hecho por The Clash en algunos temas de Sandinista!.
A lo largo de todo el LP prima el minimalismo, lo sencillo y directo. Las estructuras de las canciones son muy pop, al igual que su sonido, con una guitarra que ejecuta riffs que enganchan rápido, una batería, unos sintetizadores y un bajo sin mayores complejidades y pocos momentos en los cuales algún instrumento, aparte del saxofón, destaque sobre otro, lo que si bien cumple en parte su cometido, creo que es necesario arriesgar un poco más para imprimir con eficacia la identidad de la banda. La voz cumple con el mismo patrón, con un canto que se queda grabado fácilmente al oído de cualquiera, sin embargo, me parece que este aspecto podría mejorar, pues en ciertas partes me parece que la voz no se acopla lo suficiente con los instrumentos.
Si es que hablamos de lo lírico, a diferencia de lo dicho sobre la instrumentalización, lo minimalista y directo desaparece completamente. A excepción de “Piedradura”, portadora de una letra demasiado directa, ácida y bastante bien lograda, en el resto del disco predominan líricas que si bien parecen sencillas, están llenas de metáforas y líneas interpretables por el auditor, lo cual es un plus importante, teniendo en cuenta que la escena musical chilena se encuentra inundada de letras carentes de profundidad.
En definitiva, nos encontramos ante un trabajo rústico pero que a la vez es ejemplo de dedicación musical. Aunque la música sea simple, esa no debe ser excusa para hacer un trabajo descuidado, y Pregúntale al polvo da gran muestra de aquello. Sin embargo, no están exento de pecados, y es menester que en sus próximos trabajos mejoren ciertos aspectos técnicos referentes a la producción del disco y, en menor medida, a la voz. De igual forma, espero que decidan arriesgar un poco más en pos de verse recompensados musicalmente con momentos más interesantes. De todos modos, creo que es un gran inicio para esta agrupación y espero ansioso el fin de la cuarentena para tener la oportunidad de verlos en vivo. Para finalizar, quiero destacar que esta producción fue financiada mediante una tallarinata hecha en la comuna de Independencia, ¡qué mayor ejemplo de amor y dedicación que ese!
7/10