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Introspección: E. Elgueta/J. Santander – Que ningún sentimiento amanezca… (2020) – Crítica Musical

Por: VICENTE COLLAO

Me ha costado encontrar una manera efectiva con la cual abrir el lienzo y desmenuzar esta obra, pero habiendo visitado un poco de estos dos capitales humanos creo que es menester dibujarles un retrato. Déjenme decirles que este es uno especial; un cortometraje sonoro que saborearán los golosos oníricos o caerá como puntapié en los riñones para los más ortodoxos.

Enrique Elgueta puso las semillas de una medianamente reconocida agrupación de indie pop de tinte psicodélico, Maifersoni, quienes lanzaron su tercer trabajo de larga duración «Monstrws» el año pasado. Lo que tienen que tomar en consideración es el armazón de esas anteriores composiciones, pero lo mencionaré en su momento. En la otra esquina, tenemos a un personaje con una participación nula en el ámbito musical, pero también apreciado por sus propios círculos: Juan Santander, poeta con una inclinación fehaciente a describir mundos a través de objetos y recuerdo difusos, como carrete de película húmedo. Tiene un puñado de libros publicados, siendo el último titulado «Hijos Únicos» con fecha 2018, además de extractos pululando por la internet.

¿Cómo sumas un guitarrista que lleva batuta y las páginas del vate sin resultar monótono, cansino o demasiado pretencioso? «Que ningún sentimiento amanezca en su casa» no es sólo un reto para los interesados en el proyecto, sino también para quienes se ponen de acuerdo en darle vida sin sacrificar los buenos elementos, y pareciera que la dupla Elgueta-Santander estaban conscientes de ello. Sólo nos extendemos un poco más de treinta minutos, lo que hace maravillas para digerirlo sin hastiar de benevolencia. Aparentemente se encuentra dividido en 28 poemas, los cuales están contenidos en tres temas de larga duración.

Esto va a parecer una reseña sobre literatura, pero son los monólogos de Santander los que toman protagonismo por gran parte de este elepé, y por ende, donde más nos guardaremos. Es imposible no callarse y advertir que poeta no es un instrumento, por lo que esto contaría como un audiolibro (ahí va, para los categóricos). La guitarra tenue pero sombría de Enrique, que parece un susurro nocturno, lentamente da paso a la estrella sensorial del sentimiento aparecido en casa: un zumbido distorsionado, como un rugido controlado. Y abre:

«Querida levadura del mundo,
que la boca del invierno murmure una noche calurosa…»

Y en esta creativa metáfora del amanecer (dentro de un sueño o el filo de lo real), Santander busca darnos calma interior, que atraviese los muros de la jungla de asfalto, en lo que parece el descanso mental del propio Juan. Desde aquí, se podrían tratar infinidad de extractos para relacionarlos los unos a los otros. En síntesis, es una especie de introspección que realiza el propio Santander, pero nos abraza en sus frustraciones y melancolía para que lo sintamos junto a él; nos familiariza y hace sentir dentro y con él, satisfactoriamente

Nos retrata la imagen de nuestra cotidianeidad, con un color azulado, frío. No solamente asemeja la vivencia del autor con vivo pero oculto detalle, sino que es variopinto en sus temáticas y aproximaciones. Encontramos trazos muy personales o representativos del abrumador conteo de existir, como las visitas a una localidad casi sureña, habitaciones que parecen atrapadas en una foto, calles que el personaje ha recorrido una y otra vez. Incluso a veces tenemos actividades explícitas de Santander («Subo algunas escaleras catisbajo, cada vez que cambio de ciudad, o haya otra un poco más lluviosa«). No se desaprovechan las oportunidades para instalar comentarios sociales o introspectivos tampoco, como ganchos hacia la máquina gobernante («El carisma de los pavos reales nos produce más fatiga que deleite» o «Y quien nos dibuja diariamente con alto porcentaje de risa, acostumbrados al interruptor sucio alternamos entre duda y respuesta«).

Es un paisaje de escritura rico y prolijo, que es difícil deje persona indiferente. Nuevamente soy limitado por la rayada de cancha de este medio (ni tampoco quiero aburrir a la audiencia), pero si buscan una experiencia que gire en espasmos soñadores y delirios quejumbrosos, no hay mucho más que decir… pero tenemos música que acompaña los senderos caminados por Santander, y Elgueta no hace más que complementa, pero nunca se entromete con los versos. Existen momentos de narrativa que entrelaza guitarra y rima. Por ejemplo, Juan señala «Habia una escalera debajo de la cama, tranquilo y acostado, yo miraba una guitarra«, y apenas el cerebro procesa las palabras, la guitarra íntima de Enrique responde. Mientras las frases aparecen y transmiten, los arpegios acompañan y refuerzan esas ideas. Es este vaivén, esa discusión armoniosa que continuamente embellece el relato del contador.

Es claro que, desde un punto puramente musical, es la Parte II quien se lleva la mejor exportación de Maifersoni, que añade un mantenido brillo ambiental, como aurora boreal. De repente, llega a romper y sorprender esa estabilidad con una base electrónica pegajosa, derivada directamente del indie pop hipnótico que cuadra con el contexto urbano. A lo largo del álbum, este sin cesar de tiberio funciona como el fijador de la trama, pero superando ese umbral de impresiones, es cierto que se puede volver un poco cansador y repetitivo, especialmente si se busca tomar atención a ese hemisferio. Sobran los momentos en los que se pudieron agregar texturas de mayor peso, especialmente en la Parte III, donde no se explota más que notas. Otras veces, sonidos o galopeos no me resultan tener otra razón de estar más que para mantener el interés, sin tener un motivo concreto dentro del marco narrativo.

No es un álbum con demasiadas pretensiones, eso es seguro de afirmar. Dentro de sus propuestas ensimismadas no existen características únicas, ni tampoco increíbles dentro del propio mundo del audiolibro. Sin embargo, llamarlo de esta manera me parecería un sin respeto: «Que ningún sentimiento amanezca en su casa» es cálido en su frialdad. Una caricia en medio de los dramas internos y externos de un hombre como todo hombre, del cual no se alcanza a descifrar más de lo que pudiera en tan pocos párrafos (y siento que me he extendido demasiado). Para ser un primer intento, es un tenue experimento que alcanza a entregarnos un pedacito de mazapán y varias gotas de murria mientras atravesamos un verde pastizal de tranquilidad.

8/10

8

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