Por: NICOLÁS OLIVARES
No voy a mentir, cuando a mediados del 2019 me dijeron «Briceño va a sacar un disco con una banda de músicos argentinos», aquello me causó más extrañeza que sorpresa u otra cosa. El hecho de que Cristóbal Briceño maquine otro proyecto no es nada nuevo, no nos debería sorprender. Pero ésta extrañeza pasa por el sentimiento de que Briceño sigue dando rienda suelta a su hiperactividad musical para un público cada vez más reducido. Cristóbal lleva casi quince años de carrera ininterrumpida, y más de treinta lanzamientos en total, una prolificidad inusitada en nuestro panorama musical, que tras su etapa en Fother Muckers, proyectos paralelos, y el peak de reconocimiento de Ases Falsos tras su álbum Conducción (Quemasucabeza, 2014), vio en Briceño a una de sus figuras fundamentales, a pesar de las polarizadas opiniones que su carácter genera en el público nacional.
Sin embargo, mientras más proyectos suma el compositor a su lista, la línea que distingue a unos de los otros es cada vez menos nítida. Para el público general y gente de los medios, las múltiples bandas -o múltiples personalidades a este punto- de Cristóbal son poco más que un gimmick sin mucho peso. «La banda de Briceño con Héctor Muñoz«, «la banda de cumbias de Briceño», «la banda de covers de Briceño». Y con este proyecto en específico, los titulares muestran; «la banda argentina de Briceño». Sin embargo, Los Castigos, de la mano de su debut, «Polvareda», batallan por ser un proyecto que brille con luz propia, y debo decir, que los fundamentos musicales del naciente conjunto son suficientes para lograr aquello.
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Irónicamente, el disco parte con un tema grabado de forma solista por Briceño hace menos de dos años. La adición de temas del catálogo personal del cantautor es una decisión un poco inusual, pero no me desagrada en lo más mínimo. Justamente el primer track del LP, «Todo acabó», me parece una versión más completa y más contundente que su par del disco «Para hondo» (CBA, 2018), que para mi gusto es una rendición muy frágil de un tema que daba para mucho más. Asimismo, la nueva versión de «Sin conducta», me parece mucho mejor que la original de «Deja un rato piola» (Polvo Bureau, 2014), la versión anterior incluso podría decir que no me gustaba, pero la nueva la encuentro hasta entretenida.
Por otra parte, creo que fue bastante valiente de parte del compositor el haber reversionado uno de los temas más reconocidos de su discografía solista, «Canción del más allá», de la cuál no podría decir que es mejor que la original, pero sí es notable la mejoría en la calidad del sonido. Y es que este disco en verdad suena bastante bien, a pesar de haber sido grabado de forma poco ortodoxa, con el vocalista y compositor, y sus nuevos socios trasandinos, enviándose demos y arreglos hacia ambos lados de la cordillera. Todo suena muy limpio y encaja muy bien, a pesar de no haberse registrado con toda la banda simultáneamente en un solo espacio.
Las nuevas canciones son una mezcla de canciones inéditas, y otras que Briceño nunca había grabado, pero que estaban desde hace tiempo rondando en su cancionero. «Polvareda» tuvo tres cortes de difusión: el primero de ellos, «Parusía», sirvió como presentación del proyecto, y creo que fue una decisión correcta, ya que engloba el concepto del disco tanto en las líricas como en la instrumentación, mención especial a los violines grabados por Camila Andrade para el tema, que le dan una estética de chamber pop que la hace muy especial.
En tanto, «Sión» no es de las mejores del álbum en mi opinión, pero sigue siendo un track muy sólido, y con una letra muy interesante. Por último, el tercero de estos adelantos, «Un día menos», me parece el mejor tema del disco por lejos, toda la canción desprende la nostalgia y misterio que son marca registrada de Cristóbal a lo largo de su carrera, y es un potencial hitazo, ya que a mucha gente con la que discutí sobre este disco la tenían pegadísima, y debo decir que yo también, hasta el día de publicación de ésta crítica.
Si tuviésemos que señalar algún punto más o menos negativo de este álbum, es que se siente como otro disco más entre los muchos que Briceño Aburto lanza al año, aunque eso es algo que pasa en varios de sus proyectos y no sólo en este. La participación de los músicos argentinos es más anecdótico que otra cosa, y al ser el único compositor en prácticamente todos los discos que lanza, provoca que sus aventuras musicales vayan llamando cada vez menos la atención. Hay algunos discos que son aceptables, pero quedan ahí, y hay otros como éste que son muy buenos, pero es escucharlo, y quedar como »ah, está bueno», y no hay mucho más que comentar. No digo que se sienta como un truco viejo, pero sí que no dejan mucho para comentar a posteriori. Como dije anteriormente, simplemente anecdótico, no mucho más que eso.
A pesar de no ser deslumbrante, «Polvareda» está entre los mejores lanzamientos de Briceño en los últimos años. Instrumentalmente es muy interesante, y las letras, plagadas de un sentimiento de desolación, y de querer desconectarse de un mundo ajetreado van muy bien con el tono de los acontecimientos que hemos vivido en los últimos meses. Los fanáticos de Cristóbal pueden estar conformes, ya que con este disco, y los dos de Ases Falsos que están por lanzarse, tendrás bastante material para pasar ésta y las demás etapas de la cuarentena.
La calificación para este disco es de 7/10.