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Sabía para donde iba: Donato Soto – Sapito de oro puro (2020) – Crítica Musical

Por: JOAQUÍN TORRES

Durante el ya lejano año 2018, fue subido al canal de YouTube perteneciente al sello musical indie/lo-fi Gemelo Parásito un EP que alcanzó rápido éxito. Se trataba de “Carrete en el infierno”, un compendio de cinco canciones y con una duración inferior a veinte minutos, el cual acumula hasta la fecha más de dieciséis mil reproducciones, posicionándose como el tercer video más visto en ese canal y alcanzando gran difusión y popularidad entre los círculos de música underground chilensis.

Más allá de las reproducciones y los números, “Carrete en el infierno” fue un punto medio entre las letras inocentonas, juguetonas, jocosas y, a veces, hasta absurdas típicas del indie chileno, y un sonido synth pop muy bien logrado, considerando que fue autoproducido. Y quizá lo primero fue lo que le concedió tal éxito: sus letras jocosas, manejadas con un estilo único y recorriendo con atrevimiento la línea delgadísima entre lo humorístico y lo “cringe”. El personaje detrás de esta producción era el joven habitante de Peñalolén, Benjamín Cárdenas, quien por primera vez bajo el mote de Donato Soto (ya que antes había lanzado “Perrito chiquitito” bajo el nombre de Benjamín B.) se presentaba ante una audiencia que lo abrazó rápida y cálidamente, quizá por lo inusual de escuchar algo con una buena producción al lado de tantos discos demasiado caseros y de baja producción que predominan en Gemelo Parásito.

Hace un par de semanas, y ya pasado casi un año y medio desde el lanzamiento de su primer EP, Donato Soto presentó su primer largaduración, “Sapito de oro puro”, bajo el ya tradicional sello Gemelo Parásito, el que procederemos a revisar en esta ocasión.

En esta producción, Donato Soto crea ambientes en un estilo synth pop muy marcado, con estructuras instrumentales muy bien definidas y apegadas a las estructuras más comerciales. Durante esta búsqueda por intentar encontrar un marco definitorio para este LP, mi amigo Nicolás Olivares, patrón de fundo en este sitio web, me dio una referencia exquisita: el soundtrack del PES 6. Y eso era lo que me faltaba, poder encontrar referencias pulcras frente a lo que estaba escuchando y me costaba definir. “Sapito de oro puro” tiene como predominancia un estilo que me recuerda demasiado a esa música de videojuegos japoneses de las últimas dos décadas del siglo XX e inicios de los 2000, como de aquellas máquinas de arcade que en la actualidad encontramos de manera común en los cines y otros espacios de la urbe. Lamentablemente, no pueden corroborar mis referencias debido a la pandemia que estamos viviendo en este momento, pero puedo intentar definírselos en algunas palabras: gran uso de sintetizadores y variaciones de estos para entregar texturas distintas, melodías sencillas y pegajosas, estructuras de pop clásicas, funk hecho a través de máquinas y baterías electrónicas a las que se le adicionan sonidos más brillosos provenientes de otros instrumentos de percusión, lo cual le otorga cierto dinamismo en las ocasiones en que se ocupa bien, como lo logra en los coros de canciones como “Poesía telepática” y “Trompetas del apocalípsis”.

El uso de sintetizadores está muy bien logrado en este disco, ocupando un papel de protagonista, especialmente al momento ejecutar melodías, siendo estas un aspecto fundamental en toda la producción, pues se nota que cada canción es comandada por una melodía y, a pesar de ser muy simples, justamente es aquello lo que le otorga una cercanía con el oyente. Se destaca de igual manera la repetición de la misma melodía varias veces en una canción, pero a través de sintetizadores con distintos timbres, como es el caso del largo tema “El rock es mi vida (Alejandra Pizarnik)”, lo que le entrega mayor dinamismo y evita, en algunos casos, el aburrimiento en ciertos tracks. La añadidura del saxofón, que también tiene protagonismo melódico en cada uno de los tracks en que aparece, es un gran acierto, siendo ejecutado de manera notable por Javiera Faúndez, conocida como Jajo.

La variabilidad de ritmos también otorga un grado de dinamismo y agilidad más interesante que en el anterior EP de nuestro cantautor, siendo este disco un terreno fértil para la introducción tanto de ritmos bailables y rápidos, predominantes en toda esta placa, teniendo a “Poesía telepática”, “Ranita mágica” y, el que a mi juicio es el mejor tema del disco, “Trompetas del apocalípsis” como máximas expresiones de la rapidez y presteza rítmica. Al mismo tiempo, existen canciones que bajan un poco las revoluciones, como “Hermanito mío (Cocolisx)” y “El rock es mi vida (Alejandra Pizarnik)”, mientras que otras ocupan un lugar derechamente baladesco, tal es el caso de “Maldito weón” y el track que cierra el álbum, “uwun’t”. Por su parte, las guitarras están caracterizadas por un sonido ligero y más bien suave, aunque igualmente adquieren ciertos grados de protagonismo más que nada a través de punteos y arpegios, como aparecen en “Hermanito mío (Cocolisx)”, “Ranita mágica” y “Maldito weón”. Sin embargo, la guitarra por momentos se escucha algo torpe y con un sonido demasiado inocente y lánguido, cuando debería adquirir más fuerza, compostura y un sonido más grueso. Por otro lado, las líneas de bajo son mucho más sencillas y poco trascendentes en el álbum, destacándose que en algunas canciones se reemplaza por sintetizadores.

Cuando escuché por primera vez el EP “Carrete en el infierno” hubo algo que me desilusionó muchísimo: las letras, sentía que estas eran tan absurdas y desbordando lo cliché del niño indie que en algunos casos pasaban a darme vergüenza ajena. Con el tiempo, el juicio dejó de ser tan duro, pero aun así las letras no terminaban de convencerme por completo. Sin embargo, creo que en “Sapito de oro puro” las letras están muchísimo mejor trabajadas, ocupan más referencias y son más rebuscadas, oscuras y conservadoras de secretos que sólo el autor entenderá. Es interesante ver cómo escapan un poco de las temáticas clásicas del underground nacional, hablando del amor de hermanos o la venganza, además de manejar el amor como algo más abstracto y no el clásico “ayy eres arte” o “puta q estoi solo”, usados hasta el fakin cansancio y de las formas más burdas posibles en muchas producciones de indie y lo-fi chilindio.

La mayoría de las letras tienen un contenido sentimental importante que, como ya he dicho, están muy implícitas y dejan un abanico de interpretaciones al auditor. Aunque no todo es miel sobre hojuelas, pues en el caso de “Hermanito mío (Cocolisx)” es frecuente la caída a una lírica chabacana y superficial en varios pasajes de la canción, sucediendo lo mismo en “uwun’t”, con la diferencia de que esta última logra una inocencia y cursilería bonita, alcanzando una estética que me recuerda mucho al estilo de Javiera Mena en “Esquemas juveniles” (2006).

Suele mantenerse el grado humorístico de las letras de Donato, esta vez mejor logradas y creando fantasías muy entretenidas, como ocurre en “Maldito weón”, una balada muy violenta en la que Donato se imagina como una estrella que está rodeada de enemigos que le quieren pegar o algo por el estilo, relatada de manera cómica pero que al mismo tiempo te sumerge en ella por su música envolvente. Es en esa misma canción donde podemos encontrar parte de la letra recitada por el mismo Donato, un aspecto que se repite en el cuarto y quinto track con recitaciones de voces distorsionadas o derechamente máquinas con letras sin sentido que la verdad no aportan mucho a la atmósfera del álbum más allá que el sacar un par de sonrisas, pero de valor artístico no tienen mucho.

Quizá el aspecto más deplorable del disco es la producción de la voz de Benjamín. Es triste como muchos pasajes se pierden en la pésima grabación de la voz, contrastando con la buena producción instrumental a tal punto que la primera vez que escuché el álbum no entendí prácticamente nada de las letras y tuve que escucharlo leyendo el comentario con el “karaoke” que se encuentra en el video de YouTube. Realmente desanima y corta la inspiración este aspecto cuando queremos adentrarnos en el disco, e incluso puede ser una mala jugada al momento de querer promocionarlo más masivamente o mediante Spotify, aunque la verdad es que no sé si esto está dentro de las pretensiones de Benjamín.

“Sapito de oro puro” muestra un buen avance respecto a su EP antecesor, mostrando cierta evolución musical de Donato y, sobre todo, buena evolución lírica. Igualmente, la monotonía que se hacía aletargante en el “Carrete en el infierno” desaparece casi por completo en esta producción, a excepción de ciertas secciones que se hacen ciertamente un poco aburridas de escuchar y difíciles de mantener la atención en ellas. De la misma manera, se observa en el disco un hilo conductor que te va guiando en el viaje y permite entender un poco mejor a esta obra, al contrario de lo que pasaba en “Carrete en el inferno”, que, si es que se existía hilo conductor, casi ni se notaba.

Finalizando, puedo decir que me llevé una grata sorpresa analizando este álbum, puesto que al principio no tenía muchas expectativas después de haber escuchado el primer EP de Donato que nunca me llenó lo suficiente. He de decir que en las primeras escuchas de “Sapito de oro puro” tampoco me noté lo suficientemente convencido, pero al paso de un par más de oídas, terminó por gustarme y entusiasmarme. Espero algún día poder escuchar más material de Donato Soto, veo que su corta carrera va evolucionando y me llena de esperanzas el futuro de este proyecto y los resultados que pueda tener puliendo ciertas fallas.

6/10.

6

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