Por: JOAQUÍN TORRES
En el año 2015, irrumpió en la, en ese entonces, creciente escena indie chilena, el disco de una banda que ya tenía varios años en la espalda. “Nonato Coo”, de Niños del Cerro, conmocionaba no sólo a la propia escena, sino que a todo aquel que lo escuchaba. El proyecto llegó a ser un disco muy popular y destacado en ese año, siendo incluso galardonados como “Artista revelación” en los Premios Pulsar del año 2016. Sin darle tanta importancia al premio en sí, la banda siguió evolucionando y experimentando con su sonido en busca de culminarlo en otro disco. En el año 2018, y con un cambio de sello entre medio, “Lance”, la segunda placa del grupo, vio la luz, y fue tan o incluso más aclamada que su antecesora, teniendo así esta joven banda dos discos muy importantes para la escena musical chilena actual.
Ya pasados casi dos años del lanzamiento de su último disco, Niños del Cerro decidió lanzar nuevo material, esta vez alejados del formato del longplay, decantándose por algo más corto, mas no menos poderoso. Es así como nace “Cuauhtémoc”, un EP que tiene como título un personaje de origen azteca y liga a la banda directamente con sus pasos y experiencias por México, lanzado el 20 de marzo del presente año bajo el importante sello nacional Quemasucabeza, el cual revisaremos en esta oportunidad.
En este EP, Niños del Cerro se sumerge en estructuras y sonidos pop, claro que sin dejar de lado su sonido esencial ligado completamente al indie, sabiendo adecuarlo y pulirlo para hacerlo más accesible a oídos no tan habituados a dicho estilo musical. Sin embargo, esta producción contiene a “El sol en los ojos”, un track en donde se explora un sonido casi íntegramente nuevo para ellos, usando un ritmo muy lento que ha sido poco tanteado por el quinteto, únicamente ejercido en los dos últimos temas de “Lance”. En aquella ocasión, ambos temas tenían un corte experimental muy marcado, en contraste con “El sol en los ojos”, que nos presenta una estructura convencional de la música pop, pero incluye particularidades que la hacen salirse del cánon clásico del conjunto: la guitarra deja de ser preponderante, y la base del tema es armada por capas de sintetizadores tibios y suaves para el oído, además de algunos instrumentos de viento.
En varios de los temas del álbum, se hace presente el uso de un clímax en la estructura de la canción, tal es el caso del track homónimo al disco y “Sísifo”, mientras que en “Durmiendo en el parque” el punto álgido aparece y se mantiene durante un rato pero sin llegar íntegramente al final, pues el ruido que compone este clímax desaparece de la escena para proceder a ocupar el rol de una guitarra extra en el último coro, haciendo que suene un poco más “llenito” el final del tema. Y es justamente ese “ruido”, conectado íntimamente al shoegaze, que se hizo muy presente en el segundo larga duración de esta banda, el que muta desde esos sonidos casi descontrolados que creaban una atmósfera poderosa y energética a un ruido mucho más controlado y usado en casos puntuales. Eso, según mis apreciaciones, se debe al estilo mostrado en este disco, que corresponde a algo mucho más calmado, introspectivo y melancólico, frente a las otras dos producciones de la banda que apuntaban más a algo más potente, lo que se observa de manera clara en “Sísifo”, que contiene un momento muy intenso de guitarras estilo shoegaze, posteriormente bajando esa intensidad para luego subirla nuevamente, pero esta vez a un punto medio, no tan explosivo como se daba en “Lance”, sino acompañando a la lánguida melodía y letra de la canción, formando una perfecta unión que transmite claramente las intenciones del compositor.
Los pasajes instrumentales que formaban atmósferas y paisajes sonoros largos, sólidos, envolventes y luminosos, típicos de esta banda y que aparecieron más claramente en su trabajo anterior, aquí casi desaparecen. En esta ocasión, la banda se ve enfocada más a la creación de melodías suaves que encantan al oído de casi cualquier persona, lo que no quiere decir que sea malo, más bien es todo lo contrario: se ilustra ferozmente la prolijidad de las composiciones de la banda, un trabajo mucho más pulido y minimalista en comparación a los trabajos anteriores. Las melodías creadas en las cuatro canciones de este trabajo son muy claras en ese sentido.
Las guitarras de este epé están menos cargadas de efectos, contrastando con lo que anteriormente nos tenía acostumbrado esta banda. Ahora, muchas veces aparecen guitarras que suenan casi completamente limpias, tal es el caso del inicio de “Cuauhtémoc” y varios pasajes de “Durmiendo en el parque” y “Sísifo”, que se alejan un poco del convencional indie de la escena chilena que cargaba las guitarras con chorus o reverb. Igualmente, Felipe Villarubia sigue haciendo gala de grandes líneas de bajo, que escapan del rol tradicional de dicho instrumento, acostumbrado a seguir a la batería y/o remarcar las tónicas de cada acorde. En contra de eso, esta banda usa el bajo como un instrumento que aporta colores distintos a cada canción y entrega siempre algo más que su uso tradicional, sobresaliendo por el resto de instrumentos, como en “Durmiendo en el parque”, sobre todo al final de cada estrofa, donde se crea ese paisaje conjunto de sintetizadores y bajo, que nos transporta a un paisaje otoñal, digno de la época en que suenan estas canciones. Por su parte, la batería no tiene el rol casi protagónico que ocupaba en producciones anteriores, sino que, a pesar de estar sonando muy bien en cuanto a calidad de grabación y producción, adquiere un rol mucho más secundario y se relega a un mero acompañamiento de pop clásico a cada canción. De todas maneras, cumple de buena manera este rol, aunque igualmente destaca al inicio de “Sísifo”, jugando perfectamente y alcanzando ese protagonismo que algún día tuvo.
El uso de sintetizadores no es tan notorio en canciones como “Cuauhtémoc” y “Sísifo”, mientras que en “Durmiendo en el parque” aparece en momentos específicos actuando, justamente, de manera específica, sutil, firme y muy elocuentemente, transmitiendo un respiro a la canción, como si tuvieras que detenerte, levantar la cabeza un momento y observar el paisaje que te rodea para disfrutarlo. Empero, adquiere un rol central, como ya se dijo, en “El sol en los ojos”, siendo ejecutados de forma magistral en una canción que produce una nostalgia preciosa, transportándote a las escenas descritas por Simón en su canto, para luego llevarte a un camino frío, otoñal, en medio de un atardecer lento va penetrando fuertemente tus ojos. Claro que esa escena podría ser vivida si es que no existiera el COVID-19, o si es que desapareciera pronto. Pero bueno, son cosas que pasan (signo de interrogación).
Confesaré algo: tengo una manía de asociar discos a estaciones del año y creer que ellos suenan mejor en ciertas estaciones. Y bueno, este EP no podría ser la excepción, pues al ser lanzado un día antes del inicio del otoño y sonar en mis audífonos durante todo lo que llevamos de dicha estación, mi mente no para de asociarlo a paisajes otoñales. Sucede claramente con “Durmiendo en el parque”, me parece que este tema compone una fantasía otoñal que llega a extasiarme de lo hermosa que es. La letra, como suele ser la escritura de Simón Campusano, es muy “cotidiana”, pero a la vez muy libremente interpretable, podría estar refiriéndose a una inseguridad del cambio, el querer quedarse estáticamente en el mismo paisaje y situación para no salir de la zona de confort, o bien, podría interpretarse de manera literal. Ambas interpretaciones me parecen hermosas, mas yo me quedo con la literal, pues, como dije, me parece extrañamente bonita esa fantasía de estar tirado en un parque. En “El sol en los ojos” también me llega todo lo otoñal, una caminata tranquila por los barrios en donde uno se siente seguro. Te transmite de manera formidable la pasividad del otoño, esa transición exacta al invierno lluvioso que se avecina, mientras el verano caluroso cierra sus telones.
Fuera de lo que yo llamo <<canciones otoñales>>, nos encontramos con otro tipo de letras: las que tienen relación con personajes históricos y/o míticos. Tal es el caso de “Cuauhtémoc” y “Sísifo”. Ambas no relatan de manera completamente explícita las historias asociadas a esos dos personajes, sino que más bien estos son usados como referentes para trasladarlos a sentimientos muy cotidianos y comunes. En “Cuauhtémoc” la metáfora es muy grande y la interpretación está dada para cada oyente, aunque agrega elementos explícitos de la historia de Cuauhtémoc, el último tlatoani de Tenochtitlan, como la quema con aceite de sus pies y manos. En cuanto a “Sísifo”, la idea que se expresa es más o menos clara: el hacer y hacer cosas repitiendo el mismo procesos en búsqueda de algo que nunca termina por ser completamente satisfactorio. Al igual que en el tema que abre el disco, este hace referencias claras al personaje en el cual está basado, viéndose claramente en los versos que nos cuentan “subir esta roca hasta la cima / y que se vuelva a caer / y yo me vuelvo a caer / otra vez, para siempre”.
“Cuauhtémoc” es un EP corto (obvio, si es un EP, DUH), conciso y muy elocuente con lo que intenta expresar, teniendo como siempre la gran escritura de Simón Campusano que traslada del lenguaje y escenas cotidianas a sentimientos o cuestionamientos profundos que justamente pasan muy inadvertidos por ese lenguaje tan sencillo. En esta ocasión, la languidez es totalmente predominante, y muy bien que lo remarca no sólo la voz, sino todos los instrumentos que saltan a la escena. De igual forma, quiero destacar la inclusión de referentes histórico/míticos en la creación de letras, que da un salto de calidad con esta jugada, demostrando el dinamismo y habilidad que tiene Simón como escritor.
La producción sigue siendo muy pulcra al igual que en el disco anterior de la banda, aunque quizá acá lo es aún más, probablemente por la orientación musical que adquiere Niños del Cerro en esta ocasión, como ya he dicho, mucho más pop y digerible, teniendo a todos los instrumentos muy bien grabados, sonando muy bien y con una claridad notable, siendo muy fácil notar qué está sonando en qué momento, sonido muy cuidadoso que le viene bastante bien a la banda y que, si bien se aleja de su indie más primitivo, evoluciona y madura sin traicionar su estilo, asentándose cómodamente en este nuevo estilo. Como curiosidad, quiero destacar que a pesar de tener un nombre muy “latino” como lo es “Cuauhtémoc”, es la producción menos “latina” de Niños del Cerro, sin incorporar canciones con rítmica de 6/8, la cual estuvo presente en los dos discos anteriores.
En definitiva, este EP constituye otro gran lanzamiento en la carrera de Niños del Cerro, quizá no con la importancia y relevancia que tuvieron sus dos antecesores, pero sí explicitan que la banda sigue vigente y con mucho material para entregar, orientando su sonido a algo más pop y experimentando levemente. Espero pronto escuchar más material nuevo de este quinteto, a ver si siguen deslumbrando a la escena musical chilena.
8/10